Algunos estudios revelan que una persona puede llegar a mentir entre dos y veinte veces al día. Y si bien hay mentiras de todos los tipos, incluso algunas de ellas son necesarias (las “piadosas”), mentir está mal visto.
Decir la verdad todo el tiempo parece muy difícil, aun cuando una persona no sea mentirosa compulsiva, sino todo lo contrario.
Claro que ser honesto puede ser muy diferente a ser demasiado honesto y decir exactamente lo que uno piensa, “sin filtros”.
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Estas personas escapan a la media y podrían cometer un error al decir lo que piensan sin tener en cuenta las reacciones de quienes las escuchan.
Cómo se le llama a una persona que dice siempre la verdad
Un artículo del sitio La mente es maravillosa se pregunta: “¿Es bueno decir siempre toda la verdad? ¿Se valora realmente la sinceridad de las personas? ¿Cuándo hablamos de sinceridad y cuándo lo hacemos de ‘sincericidio’?”.
Como dijimos, existe una diferencia entre decir la verdad sin ningún tipo de prudencia, sin límites y sin tener en cuenta los sentimientos ajenos. En este caso, estamos frente a un ‘sincericidio’ porque es una actitud que puede causar daños, la mayoría de las veces innecesarios.
El sitio explica que, muchas veces, las personas recurren a un ‘exceso de verdad’ para desahogarse, expresando realidades objetivas en momentos inadecuados.
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Claro que, en este punto, alguien pensaría que lo mejor, entonces, es recurrir a una mentira para evitar herir a otras personas. “La explicación no es tan sencilla como decir la verdad o mentir porque, a veces, una verdad no va a servir para nada o va a empeorar la situación”, agrega el sitio.
La mentira, en tanto, no solo resulta inaceptable, sino que, en la mayoría de los casos, es descubierta al poco tiempo. Existen gestos y actitudes, estudiadas en los interrogatorios a asesinos, por ejemplo, que delatan al mentiroso, sobre todo, al compulsivo.
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Entonces, en lugar de recurrir al “sincericidio” o mentir, “lo que sí nos ayuda es la sensibilidad, porque ciertas verdades hay que trasmitirlas con la delicadeza con la que se posa una pluma”, explica el sitio.
Otras verdades deben ser guardarlas hasta que llegue el momento, otras no deben ser compartidas nunca porque son irrelevantes y con otras hay que hacer una comunicación gradual, de manera que haya tiempo para asimilarlas.
Entonces, en lugar de convertirse en un “sincericida”, es mejor seguir algunos de estos consejos que ofrece el sitio Diario Las Américas.
En primer lugar, tener empatía y pensar en cómo se va a sentir la persona a la que va dirigida el mensaje. Esto ayuda a conectarse con su emoción y ajustar la sensibilidad a la hora de expresarse, asegura el portal.
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Otro consejo consiste en ser asertivo, comunicando el mensaje desde un lenguaje basado en el Yo (“yo pienso, creo, percibo, me da la sensación”) sin emitir juicios de valor y atendiendo la emoción ajena. Esto facilitará escuchar el mensaje de manera activa sin sentirse atacado, a pesar de poder estar recibiendo una crítica.
Hay que mantener el equilibrio entre decir la verdad y hacer daño. No siempre hace falta decir la verdad de lo que se piensa o se siente. Si la opinión o el mensaje que se va a dar no aportará nada y solo va a herir, es preferible no decirlo. El objetivo de la comunicación debe ser construir y mejorar.
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Otro buen consejo es buscar el contexto y el momento adecuados, porque el cuándo y dónde son aspectos importantes a tener en cuenta. Si se saben elegir, ayuda a evitar cruzar el límite a la persona honesta y veraz del “sincericida”.