“A small step forward, A step of civilization” (“Un pequeño paso adelante, un paso de civilización”). Esa frase leen todos los hombres que orinan en el mingitorio de los baños públicos de la capital de China. Ahí, justo arriba del dispositivo, el cartel les recuerda que no deben ensuciar el piso; que para una buena comunión la higiene es fundamental en este tipo de toilettes.
La balanza se inclina a favor de aquellos que sufren un contratiempo en la calle y en contra de quienes sellaron compromiso con un solo inodoro. Al menos en la capital, cualquiera podrá salir del apuro esté donde esté, pero deberá hacerlo a la manera de Beijing.
En Occidente, uno de los mitos más comunes sobre China es que hay gente que no tiene baño en su casa. Y en parte es cierto: en los hutongs no todas las personas cuentan con uno particular. Esto se remonta a siglos atrás, cuando en las viviendas del que hoy es conocido como el casco histórico de Beijing cuatro familias solían compartir baño.
Hasta mediados del siglo pasado existía en Beijing un sistema de gestión de desechos que tenía el foco puesto en la reutilización de los mismos como abono destinado a las zonas rurales. Hoy, en la mayoría de los baños públicos funcionan fosas sépticas.
En los hutongs hay más o menos cuatro toilettes cada doscientos metros. Un cartel azul suele avisar dónde están. Se encuentran en constante mantenimiento y cada uno tiene espacios separados para mujeres y hombres.
Según contó a este medio una residente de un hutong, la gente casi nunca tiene que esperar para ir a hacer sus necesidades. La cantidad de baños es suficiente para salvar a cualquiera.
El interior de los baños públicos es levemente distinto de acuerdo al lugar. En los hutongs no suelen haber mamparas o cubículos que aseguren la intimidad extrema. Incluso en algunos hay ventanas que resultan invasivas en relación al afuera. Por fuera de las casas antiguas, los baños públicos se parecen más a los de los centros comerciales o salones de eventos.
Dentro, un hombre puede estar utilizando un mingitorio y al mismo tiempo ver -por no decir conversar- cómo el de al lado está en cuclillas intentando hacer “número 2” mientras mira su teléfono celular (de ahí que muchos vecinos de los hutongs ingresan a los baños por las mañanas con sus baldes personales).
Esto no significa que las personas que no tienen baño son pobres. Las construcciones de las casas de los hutongs datan de cientos de años, por lo tanto no cuentan con una red cloacal “convencional”. Esta es la explicación de por qué en muchos bares o restaurantes pudientes tampoco ofrecen el servicio.
Con el objetivo de contrarrestar las habladurías de los extranjeros acerca las condiciones sanitarias de los baños en China, el presidente Xi Jinping llevó a cabo entre 2015 y 2017 una campaña de construcción y mejora de los baños públicos. En dos años se construyeron más de 68.000 y se programó la incorporación de otras decenas de miles para los años venideros. Hoy, en el centro de Beijing, cerca de la Plaza de Tiananmén, es prácticamente imposible moverse un kilómetro sin encontrar uno.