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Corrupción, identidad y supervivencia, los dilemas de tres ex presidentes


La imagen de un presidente de cualquier país acompañado por sus antecesores suele provocar recelos en la Argentina que nunca logró una foto tan poderosa y de semejante consenso.

Alberto Fernández pasa por uno de sus peores momentos, luego de cuatro años, junto a Cristina Kirchner, de uno de los peores gobiernos de la democracia. Tan alto llegó aquél fracaso que permitió el arribo de alguien del otro extremo ideológico, Javier Milei.

El kirchnerismo sigue nutriendo al oficialismo. A ocho meses de gestión y en medio de un ajuste, buena parte de la sociedad acompaña con paciencia al Gobierno y apuesta a que revierta la crisis, porque en el espejo retrovisor ven la herencia K en materia de inflación, caída del poder adquisitivo, corrupción, pobreza y precarización laboral.

Fernández está imputado en el escándalo por los seguros denunciado por Ricardo Roa en Clarín, cuyo mecanismo era habilitar convenios entre los organismos del Estado y brokers amigos que manejaban millonarios seguros. Héctor Martínez Sosa, amigo de Alberto F. y esposo de la secretaria presidencial María Cantero, era uno de los más beneficiados en contratos. El ex presidente admitió conocerlo pero siempre negó que se haya inmiscuido en esos asuntos.

Sin embargo, chats revelados este fin de semana reflejan que Fernández se habría involucrado de lleno y habría intervenido a favor de su amigo Martínez Sosa. Y no sólo eso. Claudio Savoia en Clarín acaba de revelar la existencia de episodios de posible violencia de género a partir de fotos que la ex primera dama Fabiola Yañez le habría enviado a la secretaria del ex mandatario. Todo, descubierto por la justicia cuando peritaba celulares en la causa del escándalo en los seguros.

Alberto Fernández durante un encuentro en Honduras. Foto: EFE/ Gustavo AmadorAlberto Fernández durante un encuentro en Honduras. Foto: EFE/ Gustavo Amador

También tiene problemas otro ex mandatario Mauricio Macri, pero de índole política. En la semana que pasó relanzó el PRO tras la dura derrota de Juntos por el Cambio en las elecciones 2023. Hubo críticas a Milei por falta de gestión, de equipo, por permitir que permanezcan hombres de Sergio Massa en el Ejecutivo y por estar rodeado de un círculo -aludió a Karina Milei y a Santiago Caputo- que no le permite mejorar su administración.

Pero, apenas unas horas, la mesa chica de Milei le respondió a Macri que todo seguía igual. Ergo, que las críticas en público y durante la reunión de cuatro horas que mantuvo con Milei en Olivos, no cambiarían nada. Posiblemente, tampoco el ingreso al gabinete de dirigentes macristas. ¿Entonces? Las semanas por venir serán claves para monitorear si hay un cambio en la relación de los libertarios con el macrismo, o todo sigue igual.

La encerrona que se le presenta al líder del PRO será endurecer su postura frente a la Casa Rosada, lo que implicaría ya no estar alineado en Diputados y el Senado con los proyectos del oficialismo -como lo adelantó al rechazar el pliego de Ariel Lijo para la Corte- o resguardarse en pequeños gestos de diferenciación. Lo primero podría provocar que los votantes amarillos se inclinen por Milei, algo que en el entorno del Presidente aseguran, ya ocurrió; la segunda alternativa diluye la identidad PRO y suena a fusión del electorado macrista con el libertario, pero no a nivel de dirigentes.

Relanzamiento del partido político Pro. Mauricio Macri la Boca. Foto: Juano TesoneRelanzamiento del partido político Pro. Mauricio Macri la Boca. Foto: Juano Tesone

Para Cristina Kirchner, la perspectiva es más compleja. En el frente judicial parece difícil que se revoque su condena a seis años de prisión por el caso Vialidad, aunque el hecho de que no avancen sus otras causas redunda en una buena noticia.

Pero en el frente interno debe lidiar con su principal ahijado político, Axel Kicillof. El gobernador bonaerense, a quien la ex vice asesoró para que no diera el brazo a torcer con el apoyo al Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI) impulsado Milei, se ha quedado sin una inversión histórica de al menos 30 mil millones de dólares para la instalación de una planta de gas licuado en Bahía Blanca. Se hará en Punta Colorada, Río Negro.

Si bien Cristina y Kicillof están convencidos que la decisión fue política, lo concreto es que el gobernador no hizo lo que la Nación y el arco político y productivo le pedían. No adhirió al RIGI como le advirtió el titular de YPF, Hugo Marín,-“sin RIGI no hay GNL”- y tampoco respondió en tiempo y forma a todas las consultas que le hizo la petrolera. Mucho menos, convocó a la oposición, a los legisladores nacionales que representan a la provincia de Buenos Aires, a los sindicatos, a las cámaras empresariales, a pronunciarse a favor de la inversión. Prefirió victimizarse.

Este revés atenta contra el proyecto político de Kicillof de ser presidenciable porque refleja su desmanejo y falta de conducción política, algo que reclaman desde hace tiempo los intendentes del conurbano y también por la oposición. Cristina no encuentra a su heredero.

No todos los inconvenientes son locales. Seis días demoró Cristina en procesar la existencia o no de un fraude en las elecciones de Venezuela. Al parecer, ese tiempo no le alcanzó porque mantiene sus dudas y, tibiamente, pidió a la dictadura de Nicolás Maduro que muestre las actas que verifican que ganó. Una postura copiada de la de Brasil, México y Colombia, y de otros países de la región.

En su exposición habló de “aquella libertad, la gran utopía de la región, con distintas revoluciones y caracterizaciones” que, a su parecer, emprendieron ella y sus colegas sudamericanos.

Mexico. Cristina Kirchner al exponer el sábado. Foto: REUTERS/Luis CortesMexico. Cristina Kirchner al exponer el sábado. Foto: REUTERS/Luis Cortes

La etapa a la que Cristina Kirchner alude bien podría graficarse con el ejemplo de la cumbre del Mercosur de 2008 en Tucumán, cuando puso énfasis en una mayor integración que, pese a la coincidencia ideológica de los mandatarios de la región, nunca se plasmó. En aquél entonces seguían su discurso Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Brasil), Lula Da Silva (Brasil), Fernando Lugo (Paraguay), Michelle Bachelet (Chile y Tabaré Vázquez (Uruguay).

Salvo Lula, que volvió el año pasado en coalición con algunas fuerzas de centro y conservadores, a varios de aquéllos nombres les fue mal. Cristina fue condenada a 6 años por corrupción en la causa Vialidad, y aún debe afrontar otros procesos. El régimen iniciado por Chávez y continuado por Maduro se convirtió en una dictadura y en un monumento a la corrupción que produjo un desastre económico. Evo Morales, por su parte, buscó alterar las elecciones para perpetuarse en el poder y debió renunciar; en su gestión también hubo episodios de corrupción.

Alberto, Macri y Cristina son tres expresidentes que se resisten a dejar el centro del escenario político pero que la propia dinámica los va marginando, paulatinamente. El eco de sus palabras y definiciones se diluye cada vez más rápido. Y su accionar, por el momento, es funcional a Milei. Cada día se asienta más la teoría de que todo, absolutamente todo, depende de la gestión del libertario. Y, si le va bien, podría aproximarse el momento de una vuelta de página.

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