“Tratá de no hacer eso (sacar fotos) porque te pueden dar hasta un corchazo y ojo a quién le preguntas porque hasta la persona que está atrás tuyo puede tener un arma”, dice una señora del barrio Don Juan, de la localidad de Gregorio de Laferrere, al equipo de Clarín. Mientras, a pocas cuadras de distancia, dos familias lloran la pérdida de una joven y una adolescente que fueron encontradas asesinadas a balazos en el río Matanza.
Las palabras de Leticia son las que todo un barrio repite al consultar por la seguridad de la zona. Algunos responden con miedo desde la ventana de su casa, o desde la puerta solo asomando el rostro y pidiendo reservar la identidad por temor a “represalias de los grupos narco”.
Aún no se sabe fehacientemente qué ocurrió con Vanesa Alejandra Lachmañuk, de 28 años, y Ayelén Alejandra Benítez Medina (14, de nacionalidad paraguaya), que eran buscadas desde el 28 de agosto pasado en Gregorio de Laferrere. Sin embargo, la investigación apunta a que fueron víctimas de una banda narco.
Ambas, fueron halladas este miércoles en una zona anteriormente rastrillada y muy cerca de donde habían encontrado tiradas las zapatillas de una de ellas. Benítez Medina, la adolescente, presentaba un disparo en la nuca, mientras que Lachmañuk tenía tres tiros y, además, un fuerte golpe en el cráneo.
“La verdad, es todo un desastre. La inseguridad que hay acá es impresionante. Esto es tierra de nadie, pero de verdad. A las 19 o 20 olvidate de entrar como entraste hoy. Lamentablemente, el barrio tiene que estar callado, nadie te va a decir nada. Los que vigilan, ni bien sepan que no sos del barrio, vienen a preguntar quién eras vos y qué estabas preguntando”, describe Leticia a este medio.
Una plaza sin chicos y una frontera
En el medio del barrio está la Plaza Lucio Mansilla, un espacio verde muy colorido y con muchos juegos, casi nuevos, impolutos. Según los vecinos el parque “hace mucho tiempo dejó de ser para los chicos”. “Solo se juntan para drogarse, intercambiar droga y escuchar música”, explica Amelia que hace 20 años vive en la zona.
Hace mucho tiempo que no se oye la risa de los más chicos jugando en la plaza. Ahora solo existe un lenguaje poblado de silbidos y gritos, el modo en el que trabajan los “soldaditos” y “campanas” que operan en la zona.
Entre los vecinos delimitan su propia frontera. “Desde esta esquina para el fondo es tierra de nadie. Más allá de esa calle tenes que cuidarte. Yo misma cuando pasan los vendedores ambulantes les digo que no vayan más de la mitad de la cuadra. Y a los que hacen delivery me dicen ‘te dejo la moto y el celu y ya vuelvo’. En este último tiempo la situación se volvió más turbia”, dice Estela, comerciante hace 40 años en la zona.
La vecina se refiere a los alrededores de un descampado del Club 9 de Julio, una zona que describen como “hostil”. Las bandas de narcomenudeo que operan deciden quién sí y quién no camina por “su territorio”.
“Los ‘satélites’ te vigilan siempre acá, ellos te ven desde sus límites y desde la plaza, cuando ven a alguien raro te paran. Solo podés pasar si sos conocido. Ayer se escuchó una balacera gigante y hace menos de 20 días fue acá en la vereda. Solo te queda rezar, tirarte al piso y esperar que pase”, dice con resignación Antonio, también comerciante.
Cerca de las 15, un micro frena en la esquina de la calle Esteban Echeverría. Una multitud baja mientras muchos se secan las lágrimas. La familia, amigos y conocidos de Vanesa Alejandra Lachmañuk, una de las víctimas, baja tras despedir los restos de la joven en el cementerio local.
Su prima Yanina frena un momento para hablar con Clarín y asegura que la familia aún no sabe quién pudo ser el asesino (o los asesinos) de Vanesa. “Queremos aclarar que ellas no eran amigas, solo eran vecinas. Sinceramente el barrio está cada vez más jodido y últimamente hay mucha inseguridad, pero es la primera vez que pasa algo así en el barrio”, aseguró.
Al ser consultada por los vínculos de su prima y la banda de narcotraficantes que aterroriza al barrio, manifestó: “Sobre esas cosas prefiero no hablar, no me meto. En el barrio jamás tuvimos alguna pelea con alguien. No somos una familia problemática o que estemos en cosas raras, somos unidos y muy trabajadores. Vanesa no estaba con narcos, solo le gustaba salir y hacer cosas de chicas de su edad. Nada más”.
Aún es una gran incógnita la vinculación de ambas y por qué ese 28 de agosto salieron juntas para encontrarse con alguien. Testigos aseguraron que iban a comprar drogas a un dealer y otros dijeron que fueron a buscar droga para después venderla. Varias hipótesis, pero todavía ninguna respuesta.