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Kant, Wilson y los conflictos del siglo XXI



Con un tono similar al que utilizó en Davos, Javier Milei presentó su discurso en las Naciones Unidas con fuertes críticas a esa institución. Fue, una vez más, un discurso disruptivo.

Pero empecemos por el final, el abandono de la neutralidad argentina: ¿qué significa, de qué nos habla? Durante las dos guerras mundiales, la Argentina se mantuvo neutral frente a dichos conflictos. Especialmente durante la segunda, el país mantuvo una “dudosa” neutralidad que los registros de los pasos que siguieron muchos jerarcas nazis en su exilio parecen poner en duda, además de aquel encuentro realizado en el Luna Park el 10 de abril de 1938.

Pero esa extensa neutralidad, mientras la diplomacia de Franklin Delano Roosevelt le daba forma a las instituciones regionales e internacionales que emergerían de dicha guerra, fue muy costosa para la Argentina. Recién a finales de marzo de 1945, el entonces presidente de facto Farrell, cuyo vice era Juan D. Perón ( julio de 1944 a octubre de 1945), le declaraba la guerra al Eje.

Las potencias aliadas convocaron a la Conferencia de San Francisco, a comienzos de 1945, y la Argentina no figuraba entre los países invitados ya que en Yalta se había decidido que solo serían invitados a la conferencia -que daría origen a las Naciones Unidas- aquellos países que hubieran declarado la guerra al Eje con anterioridad al 1° de marzo de 1945.

Esta larga introducción nos sirve para reflexionar sobre el sentido histórico que cobra la declaración de Milei, rompiendo con una tradición que quizás nos haya causado más daños que beneficios. En esta ocasión, el Presidente destacó que el país se posicionará en defensa de la libertad y los derechos individuales.

Este cambio de postura tiene un tinte sumamente pragmático, pero además, se debe a la creencia de que las Naciones Unidas han dejado de velar por los principios de la libertad para convertirse en un Leviatan mundial que impone una agenda determinada a sus miembros. Específicamente una agenda ideológica, la 2030 y el ahora anunciado Pacto del Futuro.

¿No significa el Pacto del Futuro un reconocimiento al fracaso de la Agenda 2030? De cualquier modo, para Milei, la Agenda 2030 representa un “programa de gobierno supranacional de corte socialista que atenta contra los derechos de los individuos”. Por lo tanto, el Presidente destacó que el abandono de la neutralidad significa que la Argentina no acompañará políticas que restrinjan las libertades individuales, el comercio o los derechos naturales de los individuos. En su lugar, el país buscará promover la cooperación en defensa de la libertad y la democracia liberal.

Un comentario aparte merece su referencia a Wilson y al espíritu con que se crearon las Naciones Unidas. Los 14 puntos de Wilson se basaron en la defensa del libre comercio, la democracia, la paz y la autodeterminación; con ellos, el entonces presidente de Estados Unidos ponía los cimientos para la institución que, a pesar de su fracaso, fue madre de las Naciones Unidas, hablamos de la Sociedad de Naciones que vio la luz al final de la primera guerra.

Aquellos 14 puntos eran herederos de una tradición que se reconoce en el discurso del presidente argentino, nos referimos a la Paz Perpetua de Kant, publicada allá por 1795. Para el autor, la paz perpetua requería una federación de estados libres y democráticos (hablaba de república, pero permítanme la simplificación) y que estos debían organizarse y establecer instituciones internacionales que promovieran la cooperación y la resolución pacífica de conflictos.

Wilson era un promotor de la democracia y la libertad: son las mismas banderas que reclamó en su discurso Milei a las Naciones Unidas. Queda la pregunta de si, al final del día, el organismo receptará este reclamo o si la Argentina quedará aislada de un organismo que ha travestido sus principios: sobran ejemplos -que el mismo presidente brindó y que son harto conocidos- tal como Cuba en el Consejo de Derechos Humanos o Arabia Saudita presidiendo el foro de la ONU sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Parece un chiste, pero es una tragedia.

Preguntas y dudas quedan en el aire: ¿era un discurso para los argentinos, para sus bases o para las Naciones Unidas? ¿Quién era en este caso el destinatario final del discurso? ¿Fue una defensa de sus ideas o del interés nacional? ¿Ayuda este tipo de mensajes a revertir la mala reputación que le sigue a la Argentina hace tantas décadas?

Algunas menciones que faltaron en su discurso, como el reclamo a Irán por el atentado a la AMIA, hubieran fortalecido y dado mayor legitimidad en su reclamo al organismo.

Constanza Mazzina es Directora de la Licenciatura en Ciencias Políticas en UCEMA y miembro del Comité Académico de la Fundación Libertad y Progreso.

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