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“Lo que me hizo más feliz fue representar a Argentina”


Este artículo surge de un encuentro fortuito en el aeropuerto de Estambul, Turquía.

Bruno Ghiringhelli aguarda la hora del embarque. Volará a China para una competencia internacional que lo medirá contra decenas de potenciales sinólogos de todas partes del mundo.

Este joven prodigio del idioma y la cultura chinos tiene apenas 20 años, es profesor de mandarín en el CUI y el Confucio y en unos días representará a la Argentina en una competencia de idioma denominada Puente Chino. Es, dicho a grosso modo, el argentino joven que más sabe sobre el gigante asiático.

La sede del evento va cambiando anualmente, le dice Bruno a Clarín en los minutos previos a subir al avión que lo llevará a él y al autor de este artículo a Pekín. El trabajo de Bruno sin embargo será en Fujian, la provincia del sur de la que salen casi todos los supermercadistas chinos que hoy en día viven y trabajan en Argentina.

¿Qué se contempla para determinar quién es un “experto en chino”? La competencia en sí se encarga de explicarlo. Quien gane debe demostrar que es erudito del idioma, la cultura, la actualidad y la historia chinos.

Bruno y su atuendo tradicional. Foto: gentileza Bruno Ghiringhelli

Bruno, que además sabe francés, latín e inglés, profundizó en el idioma asiático motivado por su amor a los videojuegos y por la utilidad de esa lengua a nivel laboral. Ya lleva dos años en la carrera de traducción en el Instituto Superior de Intérpretes del Idioma Chino (ISIC), en Argentina.

Nos subimos al avión. Nos separamos. Le deseamos éxitos.

La competencia está en marcha

Dos semanas después, Clarín vuelve a hablar con Bruno.

Cada uno de los representantes de los países concursantes de Puente Chino tuvieron que haber superado al menos dos rondas locales para poder viajar: una a nivel institucional, otra a nivel nacional. Al resultar ganador, la República Popular China se encargó de su viaje.

El argentino no ganó, pero dejó a la nación bien parada.  Foto: gentileza Bruno GhiringhelliEl argentino no ganó, pero dejó a la nación bien parada. Foto: gentileza Bruno Ghiringhelli

Antes de comenzar la competencia, la organización lo llevó a recorrer los lugares más emblemáticos de la capital. Luego viajó a Fujian, la provincia que fue el eje temático de las diferentes pruebas.

Bruno empezó su participación con un discurso de cinco minutos en chino en el que tuvo que respetar el lema “Un mundo, una familia”. Después tuvo que responder tres preguntas elegidas al azar de unas cien posibles que ya había tenido la posibilidad de aprender de memoria antes de viajar. Que esta parte haya sido oral no fue un capricho: se trató de una evaluación para que demostrase su capacidad de comprender el idioma.

Por último, desarrolló una habilidad, que en su caso fue un recitado tradicional y una prueba de caligrafía.

Uno de los trabajos que realizó el argentino en la competencia.  Foto: gentileza Bruno GhiringhelliUno de los trabajos que realizó el argentino en la competencia. Foto: gentileza Bruno Ghiringhelli

De la primera ronda de ciento cincuenta jóvenes quedaron unos treinta. Estos protagonizarán un programa de TV que irá por la televisión estatal china. De esos treinta luego quedarán quince; de esos quince, cinco y finalmente, uno.

Volvemos a desearle éxitos a Bruno. La próxima vez que hablaremos con él la competencia habrá terminado.

El saldo es positivo

Dos semanas después de la charla anterior.

En la competencia me fue bien, pero no quedé en el programa. La verdad es que fue mucho más agotador de lo que pensaba. Es una acumulación de cosas que hacen a la competencia tan ardua y agotadora. Por un lado, las actividades empezaron al día siguiente de llegar y por el jetlag se me hizo difícil acostumbrarme al horario. Además, los primeros días fueron particularmente agotadores porque había una gran cantidad de actividades cada día y muy poco tiempo libre o de descanso”.

El grupo de participantes de Puente Chino.  Foto: gentileza Bruno GhiringhelliEl grupo de participantes de Puente Chino. Foto: gentileza Bruno Ghiringhelli

La competencia fue “ardua”. Bruno tuvo que pasar de dos a tres noches en cada hotel-ciudad, lo que acentuó su cansancio. Y por motivos burocráticos tuvo que repensar uno de sus discursos. Cuando en Argentina se veía con dos meses enteros para preparar cada parte de la competencia, en China tuvo solo cuatro días para hacerlo.

El ganador, que este año fue el representante de Bélgica, se llevó una beca para poder estudiar en China, una idea que le sentaba muy bien al argentino, a quien le gustaría estudiar Relaciones internacionales el país asiático.

En Puente Chino hubo lugar para el patriotismo, y ahí radica el mayor logro de Bruno. Sonó el himno de cada país y todos debieron mostrar una cosa típica de su país y lucir dos vestimentas tradicionales. Bruno llevó un mate y se vistió de gaucho y de fan de la Selección Argentina campeona del mundo.

En definitiva, fueron más las buenas que las malas. “La parte más linda sin dudas es la conexión que se crea entre las personas. El grupo de latinos es muy unido. Creo que es gracias a ellos que pude continuar con la competencia”, dice Bruno sobre un aspecto fácilmente corroborable: el primer día, en el aeropuerto, la mayoría de los latinos viajaron juntos, en grupo, como si se conocieran de toda la vida.

“Pero por sobre todo, lo que me hizo más feliz es poder representar a Argentina en esta competencia y finalmente sentirme recompensado por todo el esfuerzo que me tomó estar acá. Para la mayoría de las personas, y particularmente los latinos que venimos de países con economías tan complicadas y que estamos más lejos de China, este es un viaje y una experiencia que no podríamos sostener con nuestros propios recursos económicos. Estamos todos muy contentos de encontrar personas de todo el mundo con el mismo amor y entusiasmo por el idioma chino”, concluye.

En definitiva, una experiencia enriquecedora que es, ni más ni menos, el primer paso en la incipiente carrera de un profesional, que, esté en donde esté, todo parece indicar que no dudará en hacer quedar bien a su país.



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