En vivo
Chat

MUSICA EN VIVO

00HS A 12HS

Musica 24/7

10 de julio de 2024

MUSICA 24/7

20 de julio de 2024

MUSICA

10 de julio de 2024
Chat
Loading the chat ...

¿por qué lo hago si sé que me está matando?


Pregunta:¿Por qué fumo, si sé que me está matando?

Esa fue la consulta recibida al canal de Preguntas a Buena Vida, y el disparador para poder reflexionar en torno no solamente a sustancias adictivas como las drogas o el tabaco; sino también respecto a todo eso que hacemos aunque sepamos que nos hace mal, se trate de un hábito, un consumo o un vínculo.

Claro que no es una pregunta fácil de responder, y de haber una respuesta sencilla no existirían las adicciones, todos tomaríamos las decisiones correctas y, salvo una racha de mala suerte en la que suceda alguna tragedia, seríamos todos sanos y felices.

Porque, está claro, la pregunta del lector no se dirige a todo lo que puede llegar a sucedernos a pesar nuestro como obra del destino -escenario en el que no tendríamos ninguna responsabilidad-, sino precisamente a todo lo contrario: ¿qué pasa cuando somos responsables, en gran medida, de que nos suceda lo que nos sucede?

¿Cuántas veces leímos y publicamos desde la sección, la lista de hábitos saludables que podemos llevar a cabo, cifras con porcentajes de que nuestras acciones pueden incluso torcer el destino de lo que impone nuestra genética, estrategias para lograrlo y análisis de por qué no lo logramos?

Está claro que no resulta tan sencillo “comer bien, no fumar, no tomar alcohol, dormir las horas necesarias, hacer actividad física, no estresarse y tener vínculos positivos”. Justamente, porque implica hacer lo correcto, casi siempre, en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida.

El plano biológico: ¿por qué el cerebro “reincide”?

Muchas son las “puertas de entrada” a un tema tan abarcativo. Y lo que le sucede al cerebro a nivel biológico es una arista más que interesante.

En esta dirección, María Roca, doctora en Psicología, coordinadora científica de Fundación INECO, destaca el rol de la dopamina.

“Nuestro cerebro tiene un sistema de recompensas, que busca reforzar comportamientos que son importantes para la supervivencia, como comer, reproducirse. Cuando realizamos este tipo de actividades, que el cerebro considera que son gratificantes, se libera en nuestro cerebro un neurotransmisor que se llama dopamina y que básicamente nos produce la sensación de placer. Y esto hace que esos comportamientos que son esenciales, se refuercen”, explica.

Las adicciones son una manera patológica de evitar la angustia. Foto Shutterstock.Las adicciones son una manera patológica de evitar la angustia. Foto Shutterstock.

Y añade que lo que sucede cuando hay adicciones es que se altera este sistema de recompensas, por lo que las personas necesitan consumir más de la sustancia, o aumentar la frecuencia del comportamiento nocivo para obtener los mismos niveles de placer.

“Hay una especie de secuestro del sistema de recompensa, y esta sustancia o este comportamiento al que somos adictos, genera una liberación de dopamina que genera placer, que es inclusive mayor que la que se produce con las conductas más adaptativas. El cerebro se adapta a estas cantidades anormales y esto hace que aparezca lo que se llama tolerancia: los receptores de dopamina que están disponibles necesitan más dopamina para tener el mismo efecto. Y esto es lo que se llama el efecto de tolerancia de las adicciones”, detalla.

Roca señala que, paralelamente, las adicciones generan un impacto en el cerebro que afecta particularmente a la corteza prefrontal, que es la parte del cerebro que nos permite tomar decisiones teniendo en cuenta no sólo los beneficios inmediatos, sino también las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones.

“Al perder esa habilidad, las personas tienden a priorizar el placer que les da el consumir, en vez de poder reflexionar respecto al impacto que puede tener a largo plazo en su salud”, sostiene.

Una forma de evitar la angustia

“Nuestro criterio de realidad, nuestra conciencia, nuestra experiencia, nos dice que tal cosa nos enferma, que tales elecciones nos dañan, que tales conductas son peligrosas en muchos sentidos, o que podrían dañar a nuestros vínculos de amor. Y sin embargo, una y otra vez cometemos los mismos errores”, reconoce el psiquiatra Pedro Horvat.

“Freud decía ‘es el inconsciente’. Pero ¿cuáles son esas fuerzas que se mueven a nivel más inconsciente? ¿Qué es eso que tratamos de evitar o que tratamos de lograr, con este tipo de conductas?”, plantea.

Luego de advertir que este tipo de actitudes puede abarcar situaciones muy diversas, desde una ilusión infantil de querer cambiar al otro (cuando seguimos eligiendo personas que ya comprobamos que nos hacen mal) hasta un fuerte sentimiento identitario (personas que están en la cancha en el momento en que, por ejemplo,nace un hijo, reivindicando la “pasión” al igual que padres y abuelos); el psiquiatra reflexiona respecto a la vinculación de las conductas adictivas y la noción de angustia.

A veces reincidimos en relaciones que no podemos dejar atrás, porque creemos que "cambiaremos al otro". Foto Shutterstock.A veces reincidimos en relaciones que no podemos dejar atrás, porque creemos que “cambiaremos al otro”. Foto Shutterstock.

“Si avanzamos un paso más en lo que son los consumos problemáticos, no solamente de drogas psicotrópicas, sino también la ludopatía, y también personas que no pueden dejar de fumar o que no pueden bajar de peso a pesar de que tienen riesgo cardíaco y entonces saben que están poniendo en riesgo su vida; los consumos problemáticos en general están relacionados con una manera patológica de evitar la angustia”, afirma.

Y continúa: “Por decirlo en palabras sencillas, opera algo así como ‘lo hago para evitar una angustia intolerable, porque si no lo hiciera, temo que fuese peor, temo que dentro mío aparezcan sensaciones que no podría tolerar‘”, grafica.

En este sentido, la evasión de una realidad concebida como intolerable, aparece como objetivo central: “Cuando el adicto dice ‘tengo ganas de’, no es solamente ‘porque es rico, porque me divierte o porque mis amigos lo hacen’, es porque si no lo hiciera me encontraría con un sentimiento, con una angustia que no podría tolerar”, describe.

“Hay un momento mágico, único, que Goethe llamaba ‘la belleza del instante, en donde de pronto todos los problemas, todas las tensiones, desaparecen. Es un momento parecido al nirvana, de cero tensión, de cero conflicto, en donde mi mente no está en ninguna parte, donde todo parece estar bien. Pero es un instante. Y vale tanto para estar hipnotizado en una maquinita en la sala de juegos, con la mente totalmente en blanco, como para el alcohol o las drogas psicotrópicas, es ese instante en el que todo está bien y estoy a salvo de la angustia”, resume.

Ahora bien, ¿por qué a algunas personas les sucede más y a otras menos? ¿Somos todos susceptibles de sufrir adicciones, o de no poder dejar de hacer cosas que nos dañan? ¿De qué se trata esa angustia que se busca evitar?

“Creo que en la mayoría de los casos lo que vamos a encontrar es un pasado en el que se sufrieron experiencias traumáticas, es decir, aquellas que producen un nivel de sufrimiento que no estoy en condiciones de soportar: sea por mi edad, porque soy muy chiquito, o sea, por la calidad del experiencia”, destaca.

El cerebro va requiriendo mayores cantidades de la sustancia que genera placer. Foto Shutterstock.El cerebro va requiriendo mayores cantidades de la sustancia que genera placer. Foto Shutterstock.

Y continúa: “En los adultos, por ejemplo, en los veteranos de guerra o en las personas que han sufrido estas experiencias, se ve muy a menudo este tipo de conductas. Y en los niños, lo encontramos cuando hay violencia familiar, situaciones de abuso o sin ir tan lejos, en donde los vínculos intrafamiliares son muy complejos y dejan a los más chiquitos expuestos al abismo de una angustia, de un sentimiento de desamparo que no pueden tolerar”.

La relación de ese pasado con el presente se daría de la siguiente manera: ese sentimiento enorme de desamparo, esa angustia que el niño no puede soportar, reaparece en otras formas cuando es adulto y es eso precisamente lo que el sujeto va a tratar de evitar.

“No es mi soledad de un sábado por la noche, es un desamparo, es un vacío que viene de muy lejos en la historia y que nació en alguna situación traumática”, refuerza Horvat.

Cuándo buscar ayuda

El psiquiatra indica que estas personas deben buscar ayuda cuando advierten que se trata de algo que no pueden resolver por sí mismos.

Ahora bien, cada caso es diferente, y no siempre se necesita lo mismo: “En muchos casos la psicoterapia individual es suficiente, en otros casos se debe recurrir a otras herramientas terapéuticas, como la terapia grupal, la familiar; dependerá de cada una de las situaciones, pero es necesario cuando uno comprende que está repitiendo una conducta que sistemáticamente le trae sufrimiento y no lo puede evitar”.

Y destaca que el hecho de tomar consciencia de la necesidad de ayuda, es el primer y más importante paso: “Ahí, ya media batalla está ganada: cuando se reconoce que eso no lo sé resolver. Entonces ese es el momento de buscar ayuda”.

La posibilidad de cambiar

Por otro lado, es importante tener en cuenta que, como asegura Roca, para el cerebro cambiar no solamente es posible, sino que además está perfectamente preparado para lograrlo. Eso sí, requiere de un esfuerzo.

“Cambiar le consume al cerebro muchos recursos, y promover un hábito saludable que no tenemos, o desterrar un mal hábito que tenemos, es algo que lleva mucho tiempo y esfuerzo”, advierte.

Por eso, aconseja ir de a poco: “No debemos ponernos como objetivo tener todas conductas saludables de golpe, o tratar de cambiar todas simultáneamente, porque esto genera una lógica del todo o nada, y si fallo en algo, abandono”.

“Mejor es tratar de hacer una evaluación consciente de cuáles son los hábitos que queremos desterrar y los hábitos saludables que queremos adquirir y elegir uno, ponernos objetivos que sean alcanzables”, propone.

Y da el ejemplo de cómo abandonar el sedentarismo: “La idea es proponernos algo que podamos cumplir, no decir de cero ‘quiero hacer ejercicio físico todos los días de la semana’, sino primero proponerse empezar a moverse un poco más, y una vez que se logró eso, ir cambiando el ejercicio”.

Una vez logrado, aconseja premiarnos, compartirlo con alguien más, aprender sobre el tema, entender los beneficios de ese hábito que queremos desarrollar y después ir aumentando el objetivo, en su complejidad, “pero siempre con cuestiones concretas, que podamos alcanzar y que no sean irrealizables”.

Y cierra: “Tengamos flexibilidad, tolerancia con nosotros mismos, es ideal entender que por momentos todos los buenos hábitos pueden costarnos un poquito más y todos los malos pueden volverse más tentadores. Entender cómo funciona la mente humana y saber que el contexto también puede cambiar, y eso puede impactar en nuestros hábitos. En esos casos, debemos estar más alertas y cuidarnos más, como cuando tenemos mayor estrés, lo que puede disparar conductas que no queremos tener”.

➪¿Tenés alguna duda sobre salud y bienestar que te gustaría que abordemos la sección? Entrá al Centro de Ayuda de Clarín haciendo click acá, ingresá a Mensaje a la redacción y luego a Preguntas a Buena Vida. Escribinos tu consulta y enviá. ¡Listo! Y si querés recibir cada 15 días en tu casilla el newsletter de Buena Vida, suscribite acá.

Scroll al inicio
Enable Notifications OK No thanks