En Italia se habla italiano. En Francia, francés. También en Catalunya se habla catalán. En País Vasco, euskera y en Galicia… no, en Galicia no se habla gallego. Según reveló la Real Academia Galega (el equivalente de la RAE para este idioma autonómico), por primera vez en la historia, la lengua propia de esa región tiene menos hablantes que el castellano.
Lo que no pudieron los Reyes Católicos con su “doma y castración del Reino de Galicia” ni tampoco el regimen franquista con la prohibición de usar otro idioma que no fuera el español, será finalmente el triunfo de una política de silenciamiento tenaz y basada en el autoodio de quien siempre se ha visto como menos.
Durante los siglos XIX y XX, la mayor parte de las personas llegadas de Galicia (también las de Nápoles, Piamonte, Polonia, aunque no las de Francia o Reino Unido) entendieron que su lengua materna no pesaba lo mismo que el castellano rioplatense.
El gallego como el napolitano o el piamontés, el catalán como el euskera, pero también el guaraní, no servía para ir a la escuela (donde se sancionaban como registros “equivocados”) ni para los buenos empleos. Por eso, castigados por precarios, quedaron relegados a las cenas familiares y, en ocasiones, ni eso.
Pero ¿por qué no hablar gallego en Galicia, donde es idioma cooficial? Sencillamente por las mismas razones. La escuela, aunque tiene clases de gallego y en gallego, es un espacio en el que impera el castellano. Otro tanto pasa en los empleos. E incluso en los medios de comunicación.
¿Cómo muere una lengua? Las hay que desaparecen con el último de sus hablantes. Las hay que son enmudecidas a palos. Y también están las que son aniquiladas metódicamente por inanición por las administraciones que debían alimentarlas. Pero también por personas que corren a tramitar un pasaporte, pero no sienten ninguna obligación con el idioma que acunó a sus ancestros.