Puede ser que deban regresar por el fin de un proyecto personal. Puede ser que la situación económica los obligue a retornar. O puede ser que quizá nunca hayan llegado a independizarse.
Cualquiera sea el motivo, lo cierto es que cada vez es más común que hijos mayores de 30 años deban vivir con sus padres. Y estas dinámicas pueden ser especialmente problemáticas si la convivencia es percibida como una carga en lugar de una opción libremente elegida por ambas partes.
En la Argentina, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y estudios sociológicos, un porcentaje significativo de jóvenes de más de 30 años aún vive con sus padres. Este fenómeno se debe a una combinación de factores sociales y culturales, pero sobre todo, económicos.
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Y si bien cada situación es única, la ciencia sugiere que puede ser perjudicial para la salud de los padres seguir viviendo con hijos mayores de 30 años. Las razones.
¿Por qué vivir con hijos mayores de 30 años es malo para la salud?
Aproximadamente el 28% de los jóvenes argentinos de entre 30 y 34 años aún viven con sus padres, según datos del INDEC. Este porcentaje varía según la región del país, con cifras más altas en áreas metropolitanas como Buenos Aires, donde el costo de vida es más elevado.
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La situación económica del país, incluyendo la falta de empleos bien remunerados y el alto costo de la vivienda, como el alquiler, son las principales razones por las cuales muchos jóvenes no logran independizarse o deban volver al techo familiar.
Y si bien los datos dados remiten a la situación en la Argentina, reflejan una tendencia creciente en muchos países, donde los jóvenes enfrentan dificultades para alcanzar la independencia financiera y, como resultado, permanecen más tiempo en el hogar familiar.
En Korea del Sur, por ejemplo, según un estudio de 2021 de Statistics Korea, alrededor del 70% de los jóvenes solteros de entre 20 y 34 años aún vivían con sus padres. Y nuevamente, la razón principal es económica: el alto costo de la vivienda.
En este contexto, lo usual es que los padres busquen ayudar y respaldar a sus hijos, pero según estudios científicos, esta convivencia forzada puede no ser del todo beneficiosa para su salud.
Uno de los estudios más relevantes es el de la Universidad de Londres, publicado en el Journal of Epidemiology & Community Health en 2016, que encontró que los padres que viven con hijos adultos experimentan mayores niveles de estrés psicológico.
El estudio analizó datos de más de 8.000 personas mayores de 50 años en Europa y concluyó que aquellos padres que vivían con hijos adultos que no eran financieramente independientes reportaban un incremento en los síntomas de depresión y ansiedad en comparación con aquellos cuyos hijos ya se habían independizado.
La investigación sugiere que la falta de independencia de los hijos adultos puede ser una fuente significativa de estrés para los padres, lo cual tiene un impacto negativo en su salud mental.
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Otro estudio realizado por investigadores de la Universidad de Padua, Italia, publicado en Social Science & Medicine en 2017, apoyó estos hallazgos, destacando que la presencia de hijos adultos en el hogar puede retrasar la capacidad de los padres para adaptarse a una nueva fase de la vida, lo que contribuye a una menor satisfacción con la vida y mayores niveles de estrés.
Estos análisis subrayan la importancia de la independencia de los hijos adultos, no solo para su propio desarrollo, sino también para el bienestar psicológico de los padres.
Aquí hay algunas razones respaldadas por la ciencia por las que vivir con hijos mayores de 30 años es malo para la salud.
- Estrés financiero y de recursos. Los padres pueden sentir una presión económica adicional al mantener a hijos adultos en casa, lo que puede llevar a estrés y ansiedad.
- Conflictos relacionales. La convivencia prolongada entre padres e hijos adultos puede generar conflictos y tensiones intergeneracionales, lo que afecta negativamente el bienestar emocional de ambos.
- Impacto en la autonomía. Los padres pueden experimentar una disminución en su sensación de autonomía o libertad personal cuando deben seguir asumiendo responsabilidades de cuidado que normalmente se esperaría que se redujeran a medida que los hijos alcanzan la adultez.
- Retraso en el ciclo de vida familiar. Para los padres, el tener hijos adultos en casa puede interrumpir el ciclo de vida familiar normal, donde se esperaría que los hijos se independizaran. Esto puede llevar a sentimientos de frustración y resentimiento.