Aunque el riego juega un factor fundamental en el correcto crecimiento y desarrollo de la planta, lo cierto es que se debe tener mucho cuidado para que no le falte agua, aunque también para evitar el exceso. Ambas situaciones pueden suponer un problema para cualquier jardín, por lo que es fundamental conocer algunos consejos para evitarlo.
Darle demasiada agua a una planta puede causar lo que se conoce como asfixia radicular, es decir, la asfixia de las raíces. Lo primero que se debe hacer para evitar esto es conocer qué tipo de planta se está eligiendo y cuáles son los cuidados que requiere.
Por ejemplo, algunas como las suculentas, los cactus y otras plantas de zonas más bien secas no necesitan mucha agua.
En tanto, el exceso de agua para las plantas que están en una maceta puede ocasionar que la maceta y tierra se vuelvan un charco y que las raíces no puedan respirar en forma adecuada ni absorber los nutrientes provenientes de la tierra.
“Por mucho que quieras darles a tus plantas los mejores cuidados, no es extraño que alguna de ellas, de interior o de exterior, termine por estar aquejada de una enfermedad concreta. La clave, cuando esto sucede, está en detectarla a tiempo para diagnosticarla y combatirla antes de que la planta sucumba definitivamente”, sostiene el portal “Hola” sobre el riego de las plantas.
“Lo mismo ocurre si no les estamos dando los cuidados que necesitan: si las regamos poco o mucho, o si las tenemos en un lugar inapropiado para ellas. Saber lo que hacemos mal es el primer paso para corregir la forma en que las cuidamos y así poder salvarles la vida a nuestras plantas”, añade.
Por su parte, una de las primeras señales de que una planta necesita agua es el aspecto marchito de sus hojas. Estas pueden lucir flácidas y perder su firmeza habitual. Asimismo, en un intento por conservar energía y recursos, muchas plantas comienzan a desprender sus hojas.