Santino Bloise es un joven argentino que, como todos, a sus veinte años se enfrentó al desafío de estudiar, trabajar y mantenerse al mismo tiempo.
Durante su primer año de estudio, decidió que su futuro no se encontraba en Argentina y en 2022 sacó un pasaje con la esperanza de cambiar su vida.
Dejando atrás Buenos Aires, la ciudad que lo abrazó desde que nació, se subió a un avión, sin otra compañía más que él mismo y sus recuerdos en una valija.
Decidió probar suerte en España -puntualmente en Madrid– para encontrar un trabajo con más rapidez. “No me arrepiento, es lo que necesitaba”, comenta en una entrevista para Clarín.
Una vida entera en una valija
“Fui muy afortunado, nunca me faltó nada“, asegura el joven que vivía rodeado de amigos y la contención de su familia.
La idea de poder emigrar siempre estuvo rondando por su cabeza. Finalmente, el plan se puso en marcha en agosto de 2022, cuando apenas había empezado el ingreso su carrera de Medicina en la UBA.
Al momento de subirse al avión, además de renunciar a sus estudios, renunció a su noviazgo. “Me di cuenta que era inviable seguir en pareja“, lamenta el joven.
“El sacrificio emocional es grande, dejás todo atrás, lo extrañás pero si tengo que elegir dejar todo por vivir así, lo hago“, plantea Santi sobre su migración.
Volver a empezar de cero
España lo recibió con los brazos abiertos. Este es uno de los destinos preferidos entre los jóvenes que emigran por la similitud de cultura y, por sobre todas las cosas, el idioma.
“No me supo mal irme de allá, vine a España con mucha hambre“. Así, un viaje de supervivencia se convirtió en un viaje para descubrir quién realmente es.
“En los primeros días -se te activa- el instinto de supervivencia, por que sabés que si no, te tenés que volver“, resume Santi sobre sus primeros días en Madrid.
Al llegar fue recibido por una familia argentina conocida de su papá, que con un cálido “si venís, te venís con nosotros”, le dieron un nuevo hogar madrileño.
Con el dinero limitado y la presión de encontrar trabajo, Santi salía todos los días, desde las 7 de la mañana hasta la noche, a recorrer las calles y tirar su currículum.
“A los 20 días encontré trabajo, no es difícil siendo joven. Trabajás de lo que sea, si tenés que lavar copas, las lavás“, comenta en dialogo Clarín.
Por suerte, pudo encontrar distintas oportunidades laborales hasta sentirse cómodo en su actual trabajo, como empleado administrativo, pudo mudarse y disfrutar de inolvidables vacaciones.
Trabajar en el exterior
Interesado en un trabajo que le deje dinero, la cabeza tranquila y tiempo para estudiar, Santi se enfrentó a rubros que jamás hubiera imaginado.
Actualmente, ahorra entre 300 y 500 euros cada mes. Su sueldo le alcanza para alquilar su piso, pagar sus estudios, la comida y sus gastos personales sin demasiadas preocupaciones.
Sin límite alguno, trabajó de camarero, en una heladería, en otros comercios y hasta en una frutería en solo dos años. Finalmente, su CV llegó a Decathlon, una cadena de venta de ropa deportiva y ahí eligió quedarse.
“Al principio trabajás de lo que podés, después progresás. Estoy en blanco, me da la plata y el tiempo que necesito para estudiar. Trabajo, me voy a casa y estoy tranquilo”, relata.
A pesar de esto, no todo es perfecto. “Hubo meses que no trabajé, que casi me quedo sin plata, consideré volverme por falta de dinero”, sostiene. Pero, según él, hay que ponerle garras y confiar.
El precio de un mejor futuro
Frente a la pregunta sobre la situación económica en España, Santi responde firme: “Tal vez no es lo más estable de Europa, pero es un mundo de diferencia con Argentina“.
“El sacrificio está remunerado, acá si te rompes el lomo, vivís dignamente. Allá con dos laburos intentás sobrevivir en un monoambiente”, opina.
Sin embargo, lo que más le fascinó, es la seguridad que siente. A pesar de que cuenta que existen zonas marginales, dice que “lo máximo que te puede pasar, es que te manoteen”.
A su vez, Santino pudo conocer a muchos argentinos en la misma situación que él, con los que comparte salidas y vacaciones, llevando el mate y la bandera por toda España.
El deporte lo mantiene cerca de su casa, no se pierde ningún partido de la Selección y se queda hasta la madrugada para ver a Boca, el club de sus amores.
Hoy, pudo ingresar a la universidad, planea recibirse de psicólogo y especializarse en deporte pero, sobre todo, quiere hacer sentir orgullosos a sus pilares, sus padres Roxana y Martín, que lo esperan ansiosos en Argentina.
A pesar de los kilómetros que lo alejan de su vida anterior, Santi encontró una oportunidad que le permitió crecer. “Nunca se va a sentir como casa, pero ya es mi segunda casa”.